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La más reciente novela de Rodrigo Rey Rosa, irrumpe magistralmente, cuidadosamente escrita, con economía de medios e imágenes, decantadas y bien escogidas, formando escenarios completos.
Varios mundos se entrelazan en un insospechado uso del tiempo. El eterno retorno de lo mismo nos sitúa en una Guatemala que repite hasta el infinito la ecuación: violencia, inequidad, racismo. La pregunta sorda del porqué, insiste.
Una nueva clase es protagonista: los guardaespaldas y todos aquellos que cuidan de los adinerados. Viven en sus casas, escuchan hasta las conversaciones más íntimas, siempre armados y alertas: perpetuando la paranoia generalizada.
Cayetano es traído de su pueblo natal, por su tío Chepe (un establecido "cuidador") a trabajar como guardaespaldas. Sus atributos son dos, su buena puntería y el ser nuevo en el negocio, lo que implica un menor riesgo de que esté ya corrompido por el negocio. Su tarea, cuidar de una mujer rica, Clara, ambivalente, compleja, ¿con un plan?
En una confusión generalizada de quién es amigo y quién enemigo, cuál es una buena intención y cuál no, la familia queda enclenque como insitución en una historia levanta íconos que luego tumba, en otra perpetuación de nuestra Centroamérica. Lo único que queda es un lazo de lealtad irracional, una luz que se viste de promesa y agradecimiento. ¿Sobrevive?
El secuestro vuelve, como en muchos de los relatos de Rey Rosa, pero no en un juego de buenos y malos, sino como telaraña donde todos están implicados, la angustia lo persigue igual que persigue al lector la historia circular.
¿El final? súbito y genial.