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Comentario al libro: Diario de un mal año. JM Coetzee Javier Calvo Echandi

Encontré accidentalmente o por el descuido de un amigo, este libro donde el alter ego del autor queda atrapado entre las impresiones de tres caminos y se sitúa desde el principio en una zona de desconcierto, que es engañosamente estática.
Una oferta de tres relatos entremezclados que tienen una relación íntima, pero nunca franca ni directa con la verdad (de ahí la metáfora del amor); con caminos que pueden ser válidos como las pretensiones tardías, miradas discretas, ejercicio de autoridad, negación, celos y deseo. Si la verdad nos hace libres, esa conquista es incierta a partir de la literatura, donde los relatos se transforman sin voluntad.
El autor sagrado y sus textos “contundentes” son sacados del canon conforme avanza la historia, hasta quedar por siempre inéditos, a partir del instante en que coinciden quién y desde donde habla. Él junto con nosotros, lloramos por la distancia y los años, la espalda que no responde y la conciencia del fin; este lamento queda en solitario.
Coetzee nos ofrece una primera parte, donde el protagonista Señor C impone la sección de la página, con opiniones contundentes, colección de artículos sobre temas varios alrededor de la política, se acerca a temas diversos como el Anarquismo, Terrorismo, Maquiavelo, Al Qaeda, Pedofilia. Comentarios que expresan la ruptura profunda de la mente del protagonista con el mundo de hoy. Hasta el extremo de plantear una teoría del Estado basada en los Siete Samurais de Kurosawa. Un pueblo de agricultores es sojuzgado por los ataques de las tribus de salvajes: les roban, violan a sus mujeres, destruyen sus hogares y cobran tributos. Los pobladores recurren a los siete Samurais para defenderse, estos espantan a los villanos y piden a los pobladores que paguen para permanecer seguros en la aldea. Los pobladores no aceptan. Interesante analogía del estado moderno y la democracia representativa.
En una segunda sección el señor C conoce a una vecina atractiva, Anya, quien invita a mecanografiar los últimos textos que está preparando para una publicación en Alemania. Ella se convierte en un filtro que influye desde entonces los "textos contundentes". Sobre la marcha aparece una tercera sección: Anya en diálogo con ella misma, donde relata su relación con el viejo y con su novio, que no aprueba la relación laboral de esta con el escritor e inicia a conspirar.
Desde afuera de la ficción, con tres cabezas, el autor construye el mundo del que ya no tendremos salida, para culminar en una novela que inquieta y seduce. Justo cuando sucumbíamos a la incertidumbre, hartos del tratado sobre política y conversaciones banales. El segundo diario se realiza un giro deslumbrante, comienza el verdadero diálogo entre las partes que se descolocan, hasta desembocar en una comunión.
La relación entre el viejo y la joven transita siempre por lo "no dicho", pero lo que sí se dice y se vé es la paulatina transformación de ambos y su relación. El fin llega como inició, epistolarmente en la nada.
Si la lectura es una experiencia radical y la sorpresa faena del sabio, en Coetzee la tarea inquieta y seduce. "Diario de un mal año" rechaza finalmente la eternidad de un escritor consagrado, tanto el "Señor C" como él, se colocan en la mundanal vorágine de la vejez y la muerte, o la eternidad del infierno. Esto disloca el sentido de lo apócrifo, aquello fabuloso o fingido. ¿Dónde radica la verdad?